Ponce es una ciudad al sur de Puerto Rico que tiene un encanto particular pues no solo los ponceños viven enamorados de ella, sino que personas de otros lugares llegan, ven sus bellezas y quedan prendados inmediatamente de su señorío. Tal es el caso del compositor de su himno, el doctor Ángel Luis Rodríguez Rosado quien es oriundo del pueblo de Naranjito.
Seguidor del béisbol, era fanático de las narraciones del equipo de Ponce que en aquella época hacía Radames Mayoral por WPAB, y por extensión se hizo fanático también de la ciudad.
Como nota al calce cabe señalar que el Dr. Rodríguez Rosado fue también un mecenas de las artes relacionado directamente a la carrera de uno de nuestros grandes cantantes a nivel internacional, Tito Rodríguez. A su vez también era amigo del pianista y director del “big band” que acompañaba a Tito en su programa de televisión, el cubano René Hernández.
¿Cómo surge el himno?
Debido a su faceta profesional, Rodríguez Rosado viene a Ponce a prestar sus servicios médicos y entabla amistad con el también médico, y orgulloso ponceño, doctor Luis A. Irizarry Pérez. Es Irizarry Pérez quien se comunica con el Lcdo. José Enrique Ayoroa Santaliz, nacido en Isabela, pero hijo adoptivo de Ponce, y le deja saber sobre la composición en cuestión que ya estaba grabada en un disco de 45 revoluciones por un lado cantada por Paquiro Muñoz Arjona y por el otro lado en versión instrumental realizada por un grupo de buenos músicos dirigidos precisamente por el maestro René Hernández.
Quique Ayoroa la incorpora en un programa deportivo que mantenía en WEUC-AM y desde el primer momento tuvo una aceptación excelente.
Más adelante, el también periodista deportivo Pedro Carlos Lugo usó la versión instrumental como fondo musical para la presentación y despedida de su programa de deportes.
A raíz de toda la euforia ocasionada por el tema musical, el doctor Irizarry Pérez y Ayoroa Santaliz comienzan un movimiento para convertir el mismo en el Himno Oficial de la Ciudad de Ponce a principio de la década del 80.
Sin embargo, asuntos político-partidistas retrasaron el proceso y no es hasta la llegada del alcalde Rafael “Churumba” Cordero en 1988 que se inicia un certamen para oficializar un himno que representara a los ponceños.
Así es como, de la mano de la Sra. Maruja Candal, entonces directora de asuntos culturales, y con los músicos ponceños Johnny Torruella, Rubén Colón Tarrats y Elías López Sobá junto al isabelino-ponceño Luis Osvaldo Pino como jurado, se inicia un proceso de selección que termina escogiendo el tema, letra del doctor Rodríguez Rosado, como Himno Oficial.
Se le hicieron varios ajustes a la lírica suprimiendo una parte introductoria del tema original, el excelente músico Moisés Ortiz hizo el arreglo musical y Rubén Colon Tarrats la versión coral que acompañó el arreglo de Moisés.
Un dato curioso que cuenta el profesor Colón Tarrats es que al momento de celebrarse en Ponce la Inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 1993, y por ordenes del alcalde Cordero Santiago, mientras subía la bandera de Ponce, se debía escuchar el Himno de fondo. Debido a esto, tanto la Banda Municipal como la Coral Polifónica de Ponce, tuvieron que trabajar arduamente para completar dicha grabación a altas horas de la noche en el estudio del sonidista Ricky Vélez. Ese día, luego de varios escollos con la producción del evento que venía del área metropolitana y se negaba a ponerlo, se escuchó como primicia el Himno de Ponce por unos altavoces mientras se izaba la bandera del pueblo.
Entonces llega el momento cumbre cuando el 12 de octubre de 1994, en el Teatro La Perla, con el marco musical de la Centenaria Banda Municipal de Ponce magistralmente dirigida por Luis Osvaldo Pino y todos los coros existentes en la ciudad para ese momento de la mano del Profesor Colón Tarrats, se presenta el evento 300 voces le cantan a Ponce en el cual quedó plasmado para el mundo entero como Himno, por primera vez de manera oficial y en vivo, el hermoso tema musical escrito por el naranjiteño Ángel Luis Rodríguez Rosado y dedicado a la Ciudad Señorial.
PD: Un agradecimiento especial a dos de los padres que la vida me ha regalado y colaboraron conmigo en este escrito: José Enrique Ayoroa Santaliz y Rubén Colón Tarrats.